Bailar en libertad

Jamie, 14 años, quiere cambiar la manera en que la gente piensa sobre los chicos en el ballet

Photography by MICHAEL STARGHILL

Jamie empieza cada día con una clase de ballet. 

La primera vez que Jamie Whitley vio una producción de ballet profesional fue a los 6 años. Tomaba clases de ballet desde los 3, y siempre había sido el único niño de la clase. A veces le gastaban bromas por hacer lo que otra gente considera que es una actividad para las niñas. Pero cuando asistió a un ballet muy famoso llamado Don Quijote, Jamie vio bailarines hombres saltando y dando vueltas en el escenario. “Eran muy masculinos”, recuerda. “Me di cuenta de que el estereotipo de que los bailarines hombres deben ser femeninos no era cierto. Ahí supe que quería bailar profesionalmente”. 

Hoy tiene 14 años y baila a tiempo completo para un programa de ballet profesional. Muchas veces actúa con el Houston Ballet, la compañía que lo inspiró. Pero no fue un camino fácil. En estos años, sufrió acoso escolar severo por ser bailarín, y eventualmente dejó la escuela para educarse en casa. Pero su pasión por la danza lo mantuvo a flote. Ahora, además de entrenarse, enseña ballet a niños más pequeños. Él quiere mostrarles que no están solos. “Me encanta verlos sonreír y ser felices”, dice. “Para mí, la danza es liberadora”. Lee más para conocer la historia de Jamie. 

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Jamie y sus compañeros en la Houston Ballet Academy

Hacer pie

A Jamie siempre le gustó moverse. Cuando era niño, sus hermanos tocaban música (sobre todo hip-hop y Beyoncé) y le enseñaban pasos de baile. Jamie muchas veces organizaba espectáculos para reuniones familiares, entonces su madre pensó que le gustaría tomar clases de danza. Y si bien le encantaba aprender ballet, era difícil ser el único niño de la clase. “A veces me sentía solo”, dice. “Sentía que los maestros se enfocaban más en las chicas y no me tomaban en serio”. 

Unos meses después de ver el espectáculo tan inspirador de Don Quijote, se pasó a una clase sólo para hombres en la Houston Ballet Academy. Fue revelador. “Pensé: ‘Dios mío, hay otros chicos como yo’”, dice Jamie. Empezó a estudiar las técnicas específicas para ser bailarín varón. 

En la mayoría de las piezas de ballet, los hombres y las mujeres realizan pasos diferentes. Los varones hacen saltos más altos y giros más atléticos. También levantan a las mujeres, lo que requiere una fuerza increíble. 

En la Houston Ballet Academy, Jamie tuvo la oportunidad de interactuar con bailarines de compañías profesionales. “Me dieron ganas de seguir trabajando”, dice. También fue la primera vez que Jamie vio a bailarines hombres que fueran negros, como él. Conocer a bailarines mayores y de color lo ayudó a ver las posibilidades de carrera que había para él en el futuro. 

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Para bailar, Jamie debe ser fuerte y también flexible. 

Tener audacia

Jamie prosperaba en el ballet, pero su vida en la escuela se volvió difícil. Aunque Jamie era muy atlético, otros chicos se burlaban de él y lo excluían de los partidos de fútbol durante el recreo. “Yo les decía: ‘Chicos, yo sé jugar’, pero nadie me quería” cuenta Jamie. “Era como si pensaran que yo sólo sabía saltar y jugar entre las flores”. 

En séptimo grado, las bromas se transformaron en acoso. En un chat grupal, unos chicos mayores le dijeron cosas horribles e hicieron comentarios desagradables sobre fotos de él. Fue demasiado. “Llegó un punto en el que me presionaba demasiado a mí mismo para ser un buen bailarín y al mismo tiempo encajar en la escuela”, dice. Empezó a sufrir depresión y ansiedad, y pensó en acabar con su vida. 

Con el apoyo de sus padres, Jamie dejó la escuela y empezó un programa de educación en línea desde su casa. Eso le permitió enfocarse más en la danza. Este año entró a la división profesional de la Houston Ballet Academy. Ahora baila desde las 9 de la mañana hasta las 4 de la tarde, y después estudia por la tarde. 

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Jamie ama la sensación de estar sobre el escenario. 

Inspirar a los demás

Cuando no baila ni estudia, Jamie es profesor asistente para niños más jóvenes en la Academia. Muchos de sus alumnos son chicos de color. Para él es un placer poder darles un modelo de inspiración que se ve como ellos. 

En su tiempo libre, hace trabajo voluntario en una organización para niños negros y pasa tiempo con su familia. También estudia piano. Espera ser bailarín profesional en el futuro, y estudiar coreografía

Jamie espera que más niños puedan hacer danza sin sentir vergüenza. Quiere que la gente sepa que no hay una única clase de niño al que le gusta bailar. “Mis amigos de ballet son muy distintos”, dice. “A algunos les gusta el fútbol o el fútbol americano, otros tocan la guitarra”. 

Por fin Jamie siente la libertad para ser como quiere ser, tanto en el baile como en la vida. “Descubrí que tener coraje y audacia, y querer destacarse, no es algo que uno deba esconder”, dice. “Es un talento increíble”.