La primera vez que Jamie Whitley vio una producción de ballet profesional fue a los 6 años. Tomaba clases de ballet desde los 3, y siempre había sido el único niño de la clase. A veces le gastaban bromas por hacer lo que otra gente considera que es una actividad para las niñas. Pero cuando asistió a un ballet muy famoso llamado Don Quijote, Jamie vio bailarines hombres saltando y dando vueltas en el escenario. “Eran muy masculinos”, recuerda. “Me di cuenta de que el estereotipo de que los bailarines hombres deben ser femeninos no era cierto. Ahí supe que quería bailar profesionalmente”.
Hoy tiene 14 años y baila a tiempo completo para un programa de ballet profesional. Muchas veces actúa con el Houston Ballet, la compañía que lo inspiró. Pero no fue un camino fácil. En estos años, sufrió acoso escolar severo por ser bailarín, y eventualmente dejó la escuela para educarse en casa. Pero su pasión por la danza lo mantuvo a flote. Ahora, además de entrenarse, enseña ballet a niños más pequeños. Él quiere mostrarles que no están solos. “Me encanta verlos sonreír y ser felices”, dice. “Para mí, la danza es liberadora”. Lee más para conocer la historia de Jamie.